Sí, ¿qué esperaban? Esperaban, decían, un candidato “limpio”. Lo tienen. Limpio como una patena. Sin un miserable presunto delito. Y, sin embargo, están que bufan. Prueba de que, además de limpio de delitos lo querían limpio de ideas, planes, proyectos independentistas, a pesar de ser miembro del bloque independentista. Un candidato independentista no independentista. Para ellos gobernar es fingir y mentir y lo suponen para los demás por lo de “cree el ladrón…”
Así que, visto el compromiso independentista de Torra, suenan tambores de guerra y hasta algunas salvas que anuncian el ataque. No solo no se respetan los cien días de cortesía sino que ni a la toma de posesión se aguarda. La reacción ha sido unánimente negativa.
Así estamos. Contemplando cómo unos incompetentes conducen a todo un país a una crisis constitucional que amenaza convertirse en un problema europeo, si no lo es ya. Habrá que ver cómo responden las justicias alemana y belga al torrente de fabulaciones judiciales del juez Llarena. Nada de extraño que unos estudiosos de la materia sitúen a España entre las democracias que están rompiéndose, como Turquía, y lo publiquen en el todavía venerable New York Times .
No entienden la naturaleza del conflicto. No la han entendido nunca. Pero ahora menos que nunca, cegados como están por profundos prejuicios que le es impiden ver la naturaleza de un movimiento social. Dicen seguir creyendo que es un problema de orden público, de unos cuantos presuntos delincuentes a los que se juzga, condena y santas pascuas. No entienden la naturaleza del mandato del 1º O y del 27 de octubre y el 21 de diciembre. Porque nunca han creído en él. Ni en el del 21 de diciembre. Pero el independentismo, sí y en función de ellos actúa. Si encarcelan a unos dirigentes, vendrán otros en la misma línea. El ejemplo: Quim Torra.
¿Qué esperaban?
Torra propone un proceso constituyente. Nada hombre, algo inadmisible de raíz para el Estado. Procédase en consecuencia. ¿Cómo? Aplicando el 155 “reactivado”. Otro govern a la cárcel, vaya usted a saber bajo qué acusaciones. Quizá alguno se incorpore al exilio, para reforzar el frente exterior con otra zarabanda de euroórdenes. La judicialización del procés no es una solución. A largo plazo es inviable y a corto, conduce a unas nuevas elecciones que, con una lista de país, serán la tumba del nacionalismo español.
Realmente ¿qué esperaban? ¿Qué los catalanes iban a resignarse como han hecho los españoles?